Y a la mujer: “Tus pecados quedan perdonados. Tras ello, hace una afirmación que parece la absolución tras una excelente confesión: “Le quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor”, dice dirigiéndose al fariseo, llamado Simón. Se aprovechó de aquella parábola para salir en defensa de aquella mujer comparando su actitud con la de él: la de ella llena de amor y arrepentimiento la de él llena de soberbia y vanidad. Pero Jesús, que leía su pensamiento, le propuso una parábola sobre un acreedor que tenía dos deudores y a ambos perdonó. El fariseo, entretanto, ponía en duda a Cristo. Al saber que Jesús estaba allí, cogió un frasco de alabastro de perfume, entró en la casa, se puso a los pies de Jesús a llorar, mojando sus pies con sus lágrimas y secándoselos con sus cabellos, ungió los pies de Cristo con el perfume y los besó. En la misma ciudad había una mujer pecadora pública. Comienza la historia con la invitación de un fariseo a comer en su casa. La mujer pecadora y la misericordia de Dios :Įs un relato maravilloso en todo su desarrollo.
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